No es amarte tan solo
el catorce de febrero
o el día de tu cumpleaños.
Es amarte cada mañana al despertar,
mirarte diez minutos
mientras duermes serena
-bella rosa roja sin espinas-
ante de irme a trabajar.
Es posar un beso en tu frente
mientras sueñas conmigo
y con parajes recónditos
que algún día iremos a visitar.
Es excitarme pese al paso del tiempo
cuando el tirante de tu vestido
resbala por tus hombros
amagando descubrir tu seno
que algún día será manantial de leche
para nuestros pequeños.
Es saberte desnuda en la ducha
y espiarte,
y mirarte como si fuera la primera vez
que veo tu cuerpo,
recontar los lunares de tu espalda
por si tuvieras uno nuevo,
admirarte y escribirte un verso.
Es encontrar la paz en tus brazos,
amar tus silencios,
que tu risa suene a guitarra,
y tu voz... ¡Ay tú voz!
Notas musicales,
melodía celestial,
coro de ángeles
tocando sus arpas;
el himno de mi vida
que escucho -mano en el pecho-
para superar
las zancadillas del destino
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